febrero 15, 2012

Quisiera escapar a Macondo..

Una hoja de papel volando estaba a la luz de la nada, por el cielo de un  Manhattan que más bien un Macondo era. El rey de los nadies lo arrancó de la infinitesimal libertad del tiempo y lo llevó a su castillo de sal, donde la nieve era la única que moría sin jamás tocar el suelo. En la punta más alta del pedestal del cielo hecho de cenizas de lo que alguna vez fue fuego, colocó el papel con cuidado. Una llamarada coronaba el preciado objeto, con el único fin de iluminar el alma del monarca. La llama le advirtió que el fuego no iluminaba en lo alto, sino en el centro. A la vista de las cuencas de los recuerdos donde se perdía la mentira. Sin una ventana a tu cuerpo, el alma no se ilumina, ambos debemos ver las virtudes del abismo al que caemos. Aún así el monarca desoyó a la llama y la vio extinguirse al poco tiempo. Ya no iluminas, dijo el monarca enfurecido.. Ni tu promesa ni tu función has cumplido.. Tú me alejaste, rey, de donde yo tenía mi cometido. Tan lejos de ti, no había propósito ni sentido. Y se perdió sin brillo, la ceniza en el cielo. El fuego aún existe aunque el rey jamás lo vería, porque perdido estaba, buscando otro papel en el incesante tiempo para que brille bien lejos del reino de sus quimeras, tan parecido a un Macondo, queriendo la luz de un Manhattan...

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